Experiencias de enseñar y crear en artes más allá
de los muros de la universidad
Experiences of teaching and creating in the arts
beyond university walls
Experiências de ensinar e criar em artes
mais além dos muros da universidade
Fernando Miranda[1]
Universidad de la República
Resumen
Este artículo relata y analiza cuatro experiencias de formación artística en el nivel universitario de grado y posgrado. Las experiencias tienen en común la idea del interés de un trabajo docente colectivo e interdisciplinario y postulan la posibilidad de desbordar el recinto físico de las universidades para que los y las estudiantes intervengan creativamente en el espacio público.
Palabras clave: Experiencia; Enseñanza universitaria; Co-docencia; Arte; Espacio público.
Abstract
This article describes and analyses four experiences of artistic learning at undergraduate and postgraduate university level. The experiences have in common the idea of the interest of a collective and interdisciplinary teaching work and postulate the possibility of overflowing the physical boundaries of the universities so that the students intervene creatively in the public space.
Keywords: Experience; University teaching; Co-teaching; Art; Public space.
Resumo
Este artigo relata e analisa quatro experiências de formação artística em nível universitário de graduação e pós-graduação. As experiências têm em comum a ideia do interesse de um trabalho docente coletivo e interdisciplinar e postulam a possibilidade de ultrapassar o recinto físico das universidades para que os alunos intervenham criativamente no espaço público.
Palavras-chave: Experiência; Ensino universitário; Co-docência; Arte; Espaço público.
Elementos de partida
Cada vez que tomamos la responsabilidad de desarrollar un curso en la universidad nos preguntamos acerca de dónde termina y cuáles son sus límites. No me refiero a aspectos temporales, sino a las demarcaciones físicas que tienen que ver con dar aulas en cursos de grado o posgrado, y hasta dónde alcanza el salón o el taller.
Desde hace ya mucho tiempo estoy convencido de que los y las estudiantes universitarias deben acostumbrarse a salir de los edificios institucionales y ganar las calles, las plazas, los espacios públicos en general; y muy especialmente cuando trabajamos en cursos que tienen que ver con las artes.
Los procesos de simbolización que las artes desarrollan tienen que ver necesariamente con el afuera de la institución educativa y, muy particularmente, con los acontecimientos y lugares de lo urbano, de esos espacios que transitamos a diario, pero que por algún motivo la institución parece olvidar. Es como si nuestra cotidianidad pudiera ser dejada antes de cruzar las puertas de ingreso a los edificios.
Señala Francesco Careri (2020) la necesidad de considerar el detenerse como parte del propio caminar, en una acción que aún así continúa siendo de desplazamiento. Dice que siempre existe una contradicción entre lo permanente y lo transitorio -y yo agregaría, entre lo estable y lo efímero-, donde pueden suceder los relatos, las narraciones y los intercambios.
Estas reflexiones parecen oportunas y de interés para pensarnos como docentes universitarios, en tanto caminantes nómades que recorren distintos sitios bajo los trazados longitudinales de los planes de estudios y los diseños curriculares.
Qué caminos andar, dónde detenernos, en qué lugar del espacio urbano afincarnos provisoriamente para intervenir desde la provocación, la incitación pública a la participación, y la producción de narrativas abiertas que desborden la universidad, son preguntas que frecuentemente nos realizamos para intentar renovar nuestra enseñanza.
Debemos tener en cuenta que la ciudad está ahí para recibirnos con sus distintos tiempos convivientes, los marcados por la solidez de sus construcciones añosas y rígidas, los establecidos por las estructuras móviles que cada día arman y desarman su vida cotidiana, y los destellos apenas duraderos de los infinitos cruces que producen las personas con su trajines callejeros, cruzando sus historias en veredas, plazas, parques, mercados y lugares de paso.
Llamar la atención sobre estos sitios y sus potencialidades como lugares de acontecimientos pedagógicos de las artes y la educación superior no es una tarea que pueda darse por culminada.
Esta premisa es las que sostenemos habitualmente en nuestras prácticas pedagógicas y artísticas con estudiantes de distintas orientaciones -artes visuales, educación, o danza contemporánea-. Se trata de intervenir el afuera de la universidad con un sentido de poner en común un conocimiento artístico, fundado en aquello que los estudiantes saben hacer, en lo que ya tienen como sustento de lo que proponen y en los procesos que puedan desarrollar para trascender los puntos de partida, propiciando movimientos de aprendizaje.
Son dos los elementos principales para proponer a los y las estudiantes cuando se promueven acciones que salen del espacio universitario. En primer lugar, que utilicen los conocimientos que ya poseen, que tengan seguridad en lo que conocen, en las habilidades, competencias, conceptos, ideas y recursos técnicos que han construido en su formación. Esa será la base desde la que proponer algo nuevo e inédito, algo que aún no se conoce pero que cobrará existencia por la acción a desarrollar.
En este sentido, John Dewey dirá que
[la] unión de lo nuevo y lo viejo no es una simple composición de fuerzas, sino una recreación en la que la impulsión presente toma forma y solidez; mientras que lo viejo, lo -almacenado-, es literalmente revivido, se le da nueva vida y alma al encontrarse con una nueva situación. (2008, p. 70)
En segundo término, toda intervención en el espacio público necesita un motivo de realización, un gesto consciente y voluntario, que habitualmente insistimos en definir como el sentido de la acción. La construcción de ese sentido es una condición principal que resguarda la intervención de ser una mera reacción espontánea solo generada por un mero impulso. Pero además el sentido dota a la acción de un cometido necesario que organiza el plan de actividades y ordena el conjunto de tareas a desarrollar.
Ya hace algún tiempo que hemos planteado esta idea de construcción de sentido en otros textos (Miranda, Oreggioni, Percovich, 2016), dando cuenta que la interposición en las rutinas de los espacios públicos por el montaje de algún artefacto visual, una práctica corporal, o una acción deliberada de algún tipo, necesitan un orientación definida y consciente de quienes producen la intervención.
Las experiencias más allá de los muros
Las aulas y los talleres universitarios son lugares protegidos en los que usualmente nos sentimos a salvo del afuera amenazante. Es cierto que tienen sus propias relaciones de poder, sus inequidades y sus riesgos, pero aún así el ejercicio de la autonomía y las prácticas de libertad, que no sin cierta ilusión postulamos en las universidades, terminan por configurar una suerte de resguardo del exterior institucional.
¿Pero qué pasaría si pudiéramos pensar como un algo continuo la relación entre el adentro institucional y el afuera de la cotidianidad en la ciudad?
¿Qué tal si fuera costumbre desbordar la universidad en acciones pedagógicas, artísticas, culturales, en fin, de producción simbólica?
Judit Vidiella (2019) ha desarrollado este tema muy lúcidamente y vale la pena revisar sus postulados en el tema, solamente nos detendremos aquí en coincidir que
[p]ara desbordar la universidad, la pesquisa no es ni un punto de partida ni una meta, sino más bien un flujo dinámico. Lejos de vivir la investigación como algo sometido a plazos y exclusivamente circunscrito a sus fases de ejecución, pasamos a vivirlo como algo permanente que caracteriza nuestra docencia, nuestra identidad analizadora y nuestra reflexividad en el proceso de aprender y cohabitar en el aula. (p. 5)
En búsqueda de coherencia con estas ideas, nuestras prácticas se han orientado a proponer a los y las estudiantes formas de aprendizaje donde el hacer se encuentra en el centro de la producción de nuevos conocimientos en base a sus intereses personales y grupales.
La multiplicidad de lugares escogidos para las intervenciones lleva a preguntarnos qué tienen en común un gran mercado vacío, una plaza del centro de la ciudad, espacios en construcción de un nuevo trazado ferroviario, o las aceras de los edificios universitarios.
¿Cuáles son los elementos conceptuales que unen prácticas corporales que imitan el trabajo físico de la carga y descarga de productos agrícolas, que postulan la intención de ocultar por un momento un gran monumento referencial de la ciudad con humo de colores, que despliegan actividades lúdicas por donde pronto pasará el tren, o que buscan intervenir con vestidos pensados para la pos-pandemia la vereda del local universitario? Porque todas estos ejemplos son acciones que nuestros estudiantes de grado y posgrado han desarrollado respondiendo a los desafíos planteados en los cursos.
La acción del desborde no se produce sólo en el sentido de la materialidad de los edificios, saliendo a la calle, sino principalmente en las actitudes, en las ideas, en los cuerpos. Son los y las estudiantes quienes así se autorizan a ser protagonistas y proponentes en esos otros lugares con acciones que pretenden llamar la atención en una espacialidad que ya no está protegida por la seguridad del interior institucional.
En el primer ejemplo, se trataba de intervenir en un viejo mercado montevideano, estilo art decó, propio de los años treinta, cuando el sitio fue construido. El lugar, que hasta no hace mucho tiempo era el centro de distribución de la mayor parte de la producción agrícola que abastecía la capital y el área metropolitana quedó vació por el realojo de la actividad. Allí, un grupo de estudiantes de Danza Contemporánea de la Universidad de la República estudió las referencias existentes para recrear coreográficamente los movimientos regulares de los trabajadores que cargan y descargan cajones de mercadería.
Imagen 1 – Estudiantes de Danza Contemporánea (curso Mediación IV, 2021).
Archivo del autor.
Los movimientos se suceden y reproducen el esfuerzo y la tensión muscular de los trabajadores, casi exclusivamente varones, que cada mañana van a buscar ser contratados por el jornal del día. La acción trasciende la mera coreografía para llamar la atención sobre una acción simbólica que reflexiona directamente sobre la precariedad laboral, las desigualdades de género, las condiciones de salud, el uso de los cuerpos,…
El segundo ejemplo involucró también a otro grupo de estudiantes de Danza Contemporánea. El sentido de la acción propuesta tenía que ver con cuestionar las maneras de evocación monumental del pasado, las formas promovidas de lo heroico, el relato de la construcción masculina del heroísmo. Pero, ¿cómo ocultar, aunque fuera por un momento, una estructura de tal tamaño que ocupa la centralidad de una plaza? ¿Cómo provocar la atención sobre el tema? ¿De qué manera disputar un territorio público sobre el que se quiere expresar una posición estético-política?
Se resolvió que la única posibilidad al alcance de tal desafío era hacerlo con humo, lo que se consiguió luego de sucesivas pruebas técnicas que fueron escalando las dimensiones de la tarea buscada. Primero llenando de humo una sala expositiva, del tamaño de un contenedor comercial, y que también se ubica en la plaza; luego ya trabajando con el humo en el espacio semi-abierto de una escalera que conduce a una sala de exposiciones de arte contemporáneo también ubicada en la plaza; finalmente con una acción colectiva directamente abierta para hacer desaparecer el monumento.
Los desafíos técnicos eran variados: lograr un grupo comprometido en la acción, disponer los cuerpos rodeando el monumento, cuidar la producción simultánea del evento, estaban entre las principales preocupaciones de trabajo.
También se llegó a la reflexión sobre la capacidad de agencia de lo inerte, de lo que no tiene vida. Y el humo tendría esa condición de comportarse de manera no prevista, lo que favoreció interesantes debates adicionales sobre la creación, la voluntad de dirigir las acciones, el reconocimiento de aquello que no somos capaces de controlar.
Imagen2 – Fotograma de video de acción de estudiantes de Danza Contemporánea
(curso Mediación IV, 2022).
Archivo del autor.
Un tercer caso relevante es el que lleva adelante Federico Lagomarsino para su tesis de posgrado. Federico es arquitecto, y está en la fase de realización final de su trabajo de investigación[2] que tiene que ver con la instalación de un nuevo trazado del ferrocarril central de Uruguay, vinculado a la producción de pasta de celulosa en el centro del país.
El trazado del tren tiene una extensión de casi trescientos kilómetros, atravesando el paisaje natural, pero especialmente dividiendo amplias zonas de la ciudad de Montevideo que ven en el nuevo recorrido cómo se distancian sectores de barrios urbanos tradicionales por la brecha que supone el diseño ferroviario.
En el proyecto, el autor se pregunta cómo definir una posición a partir de una práctica artística/estética sobre un objeto de estudio que ha producido un gran debate público y mediático que aún mantiene expectativas de realización.
Asimismo, toda su investigación, cuyo desarrollo va a la par de la realización de la obra vial, tiene que ver con considerar de qué manera puede la investigación/creación en artes actuar para comprender, a partir de una práctica de producción simbólica un hecho que sucede en simultáneo.
Con este fin, el investigador desarrolla una estrategia de intervención artística y lúdica en el mismo terreno del trazado ferroviario, y previo a la colocación de las vías, pintando una cancha de Bochase invitando a practicar un juego típicamente barrial de Montevideo[3].
Las sucesivas convocatorias denominadas “Club de Bochas”, van trasladando el imaginario club nómade, permitiendo jugar en diferentes locaciones dentro y fuera de la ciudad. Careri (2020), ya citado, dice que nomadismo y la hospitalidad han modelado las vidas de la personas, este proyecto también va en ese sentido, ayudando además a pensar nuestra relación con la ciudad, y los espacios que podemos habitar provisionalmente.
El suelo preparado para recibir los durmientes en que se apoyarán las vías es intervenido provisoriamente, dotándolo de un sentido diferente y provocando así la oportunidad de reflexión sobre los temas del nuevo tren, pero también sobre la utilización del suelo urbano y rural, la producción extractiva, la transformación social y económica del nuevo trazado, y otros tantos derivados de la acción.
Imagen3 – Intervención Club de Bochas (Proyecto 273km., 2023).
Archivo: Federico Lagomarsino.
Finalmente, nos interesa compartir un último ejemplo de nuestros recorridos de intervenciones, a partir de una asignatura de grado que denominamos Cuerpo y Cultura Visual, y que trabaja sobre las representaciones del cuerpo contemporáneo. Los cuerpos contemporáneos tienen muy diversas maneras de ser mostrados y figurados, material y virtualmente, a partir de ser intervenidos, transformados, alterados.
La acción, realizada en 2021, se basó en diseñar y producir un vestido para la pospandemia, bajo la premisa de la tensión entre la protección y el acogimiento, entre la protección y el retorno al contacto personal.
La pandemia de la COVID_19 había retornado mayoritariamente los cuerpos al espacio privado, al ámbito doméstico; se produjo un retiro de los cuerpos de la escena pública soportado en el aislamiento y la ausencia de contacto.
El movimiento de retornar a la situación anterior, a ocupar el espacio público, nos condujo a pensar las eventuales nuevas formas de relación. En analogía a la afirmación de Maite Garbayo (2016) para el análisis de períodos autoritarios, “el cuerpo silenciado es el cuerpo confinado al ámbito de lo privado, vedado de aparición pública”, y de alguna forma esto había sucedido también con la pandemia.
Así, la premisa de trabajo se basó en el logro de un diseño de vestimenta que recompusiera las formas de relacionarnos, de volver a hacer aparecer públicamente nuestros cuerpos.
El grupo acogió la propuesta con entusiasmo, pensar esos diseños necesitaba a mismo tiempo reconfigurar el espacio público en nuevas relaciones, sometidos a lo que representaba un momento de alta incertidumbre respecto de la recomposición de la proximidad física.
Lo más importante era no colocar límites a la posibilidad de imaginar un futuro probablemente tan distópico como el período más intenso de la pandemia, y desde allí materializar un vestuario que implicaba formas de relacionamiento social modificadas. El ejercicio sirvió para pensar cuánto las formas de intervenir sobre los cuerpos, y la ropa es una de ellas, implican no solo opciones estéticas sino maneras de comunicarnos con otras personas, generando proximidad o rechazo.
Por otra parte, la condición efímera del trabajo llevó a que se registraran las acciones de intervención espacial, dentro y fuera del recinto universitario, como manera de documentar el trabajo. Esto condujo, entonces, a pensar la materialidad de los cuerpos en relación a cómo estaban cubiertos, a las implicancias sociales de esa protección de vestuario, pero también a la transformación que producen en el vínculo con el espacio circundante.
Imagen4 – Acción de intervención y creación de vestuario (curso Cuerpo y Cultura Visual, 2021).
Fotografía: Yohnattan Mignot
¿Qué une en común las cuatro experiencias que relato? Creo que tienen que ver con una manera de entender las prácticas pedagógicas y artísticas en cuanto las posibilidades de crear a partir de lo conocido para trascenderlo y dar sentido a la propia experiencia vital de quienes participan.
Hay varios elementos que confluyen a que estas intenciones puedan concretarse, pero señalaré dos que me resultan más relevantes.
Por un lado, la acción enseñante -y de investigación- debe ser colectiva, procurando distintas perspectivas que enriquezcan las propuestas de trabajo a realizar a los y las estudiantes.
En otro texto (Miranda, Gras, Mignot, 2022) hemos desarrollado esta posición recuperada de la idea de co-docencia (Hernández y Herraiz, 2019), pero en cualquier caso me interesa insistir en esta intención de construir una posición donde se pueda compartir aula o taller con colegas provenientes de distintas formaciones y condiferentes trayectorias académicas e individuales.
Por otra parte, las tareas propuestas necesitan ser posibles de ser realizadas y suficientemente densas como para permitir lo que Yayo Herrero (2021) recupera como “estimulos blandos”, aquellos que tienen que ver con la “perplejidad que surge e interpela loa que hasta entonces para ti era normal”, estímulos que “son imprescindibles para que aparezca el cambio, la creatividad, el conocimiento. Son sorpresas que obligan a reconfigurar, si nos dejamos interpelar por ellas, los imaginarios y nuestro saber”. (p. 76)
La actividad a proponer no debe tener una forma de resolución pre-establecida, como he dicho antes, la posibilidad y alcance de su realización tiene que ver con el conocimiento previo que las personas participantes tengan, y es desde esa base que podrán realizar un movimiento de creación y aprendizaje.
A mi juicio, esto favorece que bajo ciertas premisas de trabajo, los y las estudiantes sean co-responsables de construir el sentido del proyecto que desarrollan y asuman las consecuencias del mismo, condicionadas por la inevitable exposición pública de sus trabajos.
Además, estos proyectos poseen la marca de lo que denominaríamos como una indeterminación deseada, en el sentido de que mantienen márgenes de imprevisibilidad fundados en un sentido de investigación que, como refieren Fernando Hernández y Judit Onsés (2020) cumplen con procedimientos que surgen en el desarrollo del proceso de trabajo y adoptan una condición procesual que busca “desafiar las nociones tradicionales de investigación centradas en la causalidad lineal” (p.203).
Frente a la necesidad de la puesta en común de estos proyectos, aún vale la pena pensar, como lo hace Catalina Montenegro en un lúcido capítulo lleno de reflexiones sobre su práctica de artista y docente, que existe un agregado de valor a estas experiencias, y es su realización en el seno de la universidad pública.
Conclusiones
Las cuatro experiencias relatadas en este artículo tienen en común la construcción consciente de una alternativa posible de ser realizada en la educación universitaria en artes, a partir de intervenir espacios urbanos y públicos considerados habitualmente fuera de los límites materiales de la institución.
Esto se sustenta en el convencimiento conceptual y político de que las universidades deben tener la capacidad de desbordarse, de ir más allá del resguardo y contención que su vida intramuros representa para quienes las habitamos y construimos.
En estas experiencias se asume la necesidad de un trabajo docente colectivo e interdisciplinario, y se insiste en que las consignas de trabajo, dirigidas a estudiantes de distintas disciplinas artísticas, parten de reconocer y poner en valor aquellos conocimientos que ya se tienen para, a partir de allí, desarrollar procesos que produzcan nuevos aprendizajes duraderos.
Los resultados alcanzados por los y las estudiantes en estos proyectos tienen en común su indeterminación deseada, son imprevisibles, inéditos y se construyen en el proceso, de acuerdo a una postura epistemológica que pretende romper con al investigación lineal, secuenciada y jerárquica de las posiciones tradicionales.
Finalmente, existe la convicción de que los espacios de libertad y autonomía con que pueden llevarse adelante estas propuestas de enseñanza, investigación y creación en la universidad pública, abierta y gratuita no son posible de sustituir en otros espacios sociales. Esta es una posibilidad que necesita por tanto, responsabilidad y cuidado pedagógico, artístico y político.
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[1] Fernando Miranda Somma. Doctor en Artes y Educación (UB). Profesor Titular del Instituto de Bellas Artes de la Facultad de Artes. Udelar. Montevideo, Uruguay.
[2]Se trata del proyecto de tesis “273km. Práctica artística durante la construcción del Ferrocarril Central en Uruguay”, con autoría de Federico Lagomarsino, co-dirigido por Fernando Miranda y Francesco Careri, en el marco del programa de Maestría en Arte y Cultura Visual. Facultad de Artes, Universidad de la República (Uruguay).
[3] El juego de Bochas es un deporte al que se asigna un origen italiano, y que se practica en varios países de América del Sur. La cancha tiene unos 24 m. de largo por unos 4 m. de ancho.