Postpandemia, interacción social y efectos psicosociales en la población de un mundo globalizado

 

Post-pandemic, social interaction and psychosocial effects in the population of a globalized world

 

Pós-pandemia, interação social e efeitos psicossociais na população de um mundo globalizado

 

Raúl Rocha Romero

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Iztapalapa, Mexico.

rocharr@unam.mx

 

         Recebido em 22 de setembro de 2023

         Aprovado em 28 de outubro de 2023

Publicado em 07 de dezembro de 2023

 

 

RESUMEN

En este texto se afirma que la pandemia de Covid-19 afectó principalmente las interacciones sociales entre las personas y que ello tuvo consecuencias graves que se están expresando en la postpandemia. Se presenta una serie de consideraciones sobre la pandemia que se ciñó en este mundo globalizado, y el análisis que se realiza considera algunos de los ámbitos más importantes de la vida social, como el político, económico, educativo y el de la vida familiar y personal. Igualmente, en el análisis se incluyen tres ejes: el institucional, el relativo a los procesos sociales y el de los resultados tanto de la estructura como de los procesos sociales. En todo ello se destacan los procesos psicosociales, es decir, las cogniciones y emociones de las personas, y su comportamiento, que han sido directamente afectadas por la pandemia. Se concluye señalando que para enfrentar los estragos de la pandemia, es necesario promover interacciones sociales más positivas, que estén permeadas por comportamientos empáticos y cooperativos y, de este modo, proteger la salud física y mental de las personas.

Palavras-chave: Pandemia Covid-19; Interacción social; Procesos psicosociales.

 

ABSTRACT

This text states that the Covid-19 pandemic mainly affected social interactions between people and that this had serious consequences that are being expressed in the post-pandemic. A series of considerations on the pandemic that has taken place in this globalized world are presented, and the analysis that is carried out considers some of the most important areas of social life, such as political, economic, educational, and family and personal life. Likewise, three axes are included in the analysis: the institutional, the one related to the social processes and the one of the results of both the structure and the social processes. In all of this, psychosocial processes stand out, that is, people's cognitions and emotions, and their behavior, which have been directly affected by the pandemic. In conclusion, it is pointed out that, in order to face the impacts of the pandemic, it is necessary to promote more positive social interactions, which are permeated by empathetic and cooperative behaviors and, in this way, protect people's physical and mental health.

Keywords: Covid-19 pandemic; Social interaction; psychosocial processes.

 

RESUMO

Este texto afirma que a pandemia da Covid-19 afetou, principalmente, as interações sociais entre as pessoas e que isso teve consequências graves que se expressam no pós-pandemia. Apresenta-se uma série de considerações sobre a pandemia que ocorrida neste mundo globalizado, e a análise que se realiza considera algumas das áreas mais importantes da vida social, como a vida política, econômica, educacional, familiar e pessoal. Da mesma forma, a análise inclui três eixos: o institucional, o relacionado aos processos sociais e o dos resultados, tanto da estrutura como dos processos sociais. Em tudo isto, destacam-se os processos psicossociais, ou seja, as cognições e emoções das pessoas, e o seu comportamento, que foram diretamente afetados pela pandemia. Finaliza-se apontando que, para enfrentar os impactos da pandemia, é necessário promover interações sociais mais positivas, que sejam permeadas por comportamentos empáticos e cooperativos e, desta forma, proteger a saúde física e mental das pessoas.

Palavras-chave: Pandemia de Covid-19; Interação social; Processos psicossociais.

 

Introducción

En este texto se argumenta que la mayor y principal afectación de la pandemia se encuentra en la interacción social que desarrollan las personas, que en la postpandemia sus consecuencias se expresan en todos los ámbitos y escenarios de la vida social y que, en este sentido, nos afectó a todos (por ello, me tomo la licencia de escribir en la primera persona del plural). De este modo, consideramos algunos de los ámbitos y escenarios más relevantes en una sociedad, como el político, el económico, el de la educación y el referido a la vida familiar y personal, y su análisis lo realizamos a partir de tres ejes: el estructural o relativo a las instituciones sociales, políticas y económicas; el referido a los procesos sociales, que expresan la dinámica de la sociedad cuando la gente interactúa en su vida cotidiana; y el relacionado con los resultados tanto de la estructura como del proceso, y que son vividos por la sociedad misma, las familias y los individuos. Se desarrollan más ampliamente los ámbitos político y económico y en menor medida el educativo, familiar y personal porque este texto es un encuadre de los artículos incluidos en este dossier y que abordan de manera específica los efectos de la pandemia en la educación básica.  En este análisis se enfatizan los efectos que todo ello ha tenido en los procesos psicosociales de las personas. Por último, se afirma que debemos aprender las lecciones de la pandemia para interactuar con nuestros semejantes de manera más empática y cooperativa y en base a valores como la fraternidad y la solidaridad, para estar atentos y preparados para afrontar los desastres y pandemias que serán más frecuentes en este mundo globalizado.

La pandemia por el virus SARS-CoV-2 nos tomó a todos por sorpresa. Fue una situación inédita que si bien los epidemiólogos ya anticipaban (desde que en 1981 apareció la pandemia del SIDA y también porque en las dos primeras décadas del Siglo XXI ya hemos temido varias epidemias), la emergencia sanitaria que ocurrió a finales del año 2019 y hasta mayo de 2023, cuando se declaró el fin de la emergencia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), fue en estricto sentido la primera pandemia en un mundo globalizado. Esto ha sido así porque el planeta lo hemos modificado de manera tal que hoy existen condiciones predisponentes que hacen posible la aparición de pandemias (Ponce de León y Rodríguez, 2023). El carácter global de la pandemia tiene varios significados. Primero, y debido a la rapidez de propagación del virus, éste alcanzó a todo el planeta. Segundo, porque los intercambios entre países y la movilidad de las personas hicieron que el virus se propagara de manera inmediata haciendo prácticamente nulos los esfuerzos para su contención y aislamiento. Tercero, porque de algún modo y en alguna medida todos los habitantes del planeta experimentamos de manera directa las consecuencias de la aparición de este nuevo virus. La consecuencia más dramática es, por supuesto, la muerte de millones de personas en todo el mundo. También son graves las secuelas en la salud física y mental de quienes sobrevivieron al virus y que han tenido que modificar sus vidas para desarrollar sus actividades cotidianas. Pero ahora, en la postpandemia, somos testigos de todos aquellos efectos de la pandemia que se están expresando de manera sigilosa en unos casos y abrupta en otros, los cuales apenas estamos tratando de identificar para tratar de revertirlos o aminorarlos y prevenirlos.

Los ámbitos y escenarios en los que se expresan las consecuencias de la pandemia abarcan toda nuestra vida en sociedad. Todos ellos son importantes porque, en conjunto, producen el orden, estabilidad y viabilidad de la sociedad. Sin embargo, algunos son fundamentales porque en ellos se encuentran las directrices y orientaciones que le dan sentido y cauce al futuro de la sociedad. En dichos ámbitos y escenarios se encuentra presente aquello que constituye el sello característico de la constitución de las personas: la interacción social.

En este sentido, se presentan primero algunas consideraciones generales en torno a la pandemia para después desarrollar el concepto interacción social y así estar en condiciones de comprender de un mejor modo las consecuencias postpandémicas que estamos observando en todos los ámbitos y escenarios de la vida social. En este marco, se enfatiza la cuestión que está adquiriendo una mayor gravedad referida a los procesos psicosociales de las personas y particularmente a las formas de expresión alteradas de su subjetividad y comportamiento.

Desde el inicio de la pandemia se intentó comprender el fenómeno y afortunadamente aparecieron documentales, películas y estudios que daban cuenta de su emergencia, de las posibles causas y de algunos factores biológicos y sociales que están asociados al proceso salud-enfermedad y de aquéllos que pueden desencadenas epidemias o pandemias. Muchos de ellos han hecho hincapié en la transformación sustancial que las personas tuvieron que hacer de sus actividades y de sus relaciones sociales durante el periodo de emergencia y confinamiento. Así, la literatura al respecto es muy amplia y es posible encontrar estudios desde cualquier disciplina dirigidos a aspectos particulares de la pandemia y postpandemia y sus efectos en nuestras vidas. Por esta razón, en este texto se presentan referencias de orden general para darle un mayor sentido al encuadre que se pretende respecto de los demás artículos de este dossier.

 

Una pandemia global

Desde un ángulo social, lo primero que hay que decir en torno a la pandemia por SARS-CoV-2, es que ésta evidenció la fragilidad del hombre ante la naturaleza. Con todo y los avances en medicina, ciencia y tecnología, aún somos incapaces de enfrentar las novedades emergentes de la naturaleza (como este virus) que son, por lo general, producto de las modificaciones que se han hecho del medio ambiente. Como lo dice de manera precisa un especialista en enfermedades  respiratorias, Pérez-Padilla (2023, p. 30): “el origen de la mayoría de las pandemias resulta de una interacción depredadora del ser humano con la naturaleza, especialmente en donde hay intersección de rutas, casi siempre por la invasión de habitats animales”. De lo anterior podemos desprender que la palabra clave es interacción. Así, el origen de la pandemia del SARS-Cov-2 encuentra su locus en la interacción del hombre con la naturaleza.

De manera concreta, la pandemia también volvió a mostrar lo que los epidemiólogos críticos han sostenido al respecto: la desigualdad social ante la muerte y la enfermedad de las personas depende de su ubicación en la estructura social, es decir, de su clase social, de su ingreso y de las condiciones socioeconómicas en las que viven. En efecto, además del riesgo de las personas mayores y con comorbilidades, ha quedado claro en los estudios existentes que la pandemia afectó de manera principal a los sectores de menores ingresos. En una revisión de la literatura particularmente enfocada en Estados Unidos y en Inglaterra, encontraron que

 

las personas de grupos socioeconómicamente desfavorecidos tienen un mayor riesgo de infección, son hospitalizadas con mayor frecuencia y reciben cuidados intensivos, y también tienen tasas de mortalidad por COVID-19 más altas que las personas de grupos socioeconómicamente más privilegiados (Wachtler et al., 2020, p. 10).

 

En el plano científico y médico, la pandemia confirmó que los intereses del complejo industrial médico y farmacéutico, que se traducen en la llamada medicalización (Conrad, 2007) y psiquiatrización de la sociedad (Bentall, 2011), siguen estando por encima del pensamiento humano y de la protección de la vida de las personas. Al respecto baste recordar el hecho de que las primeras vacunas se destinaron a los países de altos ingresos, y que para febrero de 2023 las grandes compañías farmacéuticas han obtenido como ganancias por la venta de vacunas y medicamentes contra el SARS-CoV-2 la exorbitante cantidad de 90 mil millones de dólares (de Haan & ten Kate, 2023). Esto ocurre porque, a pesar de propuestas como las que ha hecho la medicina social, que es una perspectiva teórica latinoamericana, para observar el proceso salud-enfermedad como un proceso biológico, pero sobre todo histórico y social y con ello identificar los determinantes sociales de dicho proceso (Laurell, 1982; Rocha, 2009; Eslava, 2017), el Modelo Médico, que es exclusivamente biológico y, por tanto, asocial y ahistórico, sigue siendo hegemónico para el tratamiento de las enfermedades y las epidemias (Laurell, 2020).

Por último, si bien a nivel de la población pudimos observar tanto escenas de horror (por ejemplo, la histeria colectiva por fallecimientos masivos, y el pánico de la gente tirando en las calles cadáveres de personas que murieron porel SARS-CoV-2), también fuimos testigos de escenas conmovedoras (por ejemplo, la atención y el servicio del personal de salud revestidos de humanismo a pesar de estar siempre expuestos al contagio y a la letalidad del virus, y también personas ayudando a desconocidos, proporcionándoles alimentos, agua y algunos insumos sanitarios). Respecto de los valores humanos, o propiamente los valores de la democracia, la pandemia reveló asimismo que la solidaridad intergeneracional, la global y entre grupos, siguen siendo tareas pendientes (Stoke et al., 2021).

Antes de la emergencia de la pandemia todo era normal (cualquier cosa que esto signifique), pero con su irrupción el mundo, las sociedades y los individuos se transformaron de modo radical tratando de ajustarse a parámetros aun no conocidos y conformando así nuevos hábitos, y nuevas maneras de pensar y de actuar tanto para el confinamiento como para la llamada nueva normalidad. Una vez que se supo de la rapidez de su transmisión, así como de su letalidad, los gobiernos de casi todo el mundo, por recomendación de la OMS para la prevención y control  del SARS-CoV-2, instrumentaron medidas de distanciamiento social y confinamiento de sus poblaciones. Algunos los hicieron de manera totalitaria (como China), otros lo hicieron de manera obligatoria por algunos periodos, pero apoyando a la población mediante la distribución de dinero (como España) y otros sólo hicieron el confinamiento al principio para permitir que la población de escasos recursos, la que labora de manera informal y la que no podía dejar de acudir a su centro de trabajo porque ahí se desarrollan actividades económicas esenciales, saliera a la calle a buscar el sustento de sus familias aún con el riesgo de contagiarse (como México). Las medidas de confinamiento incluyeron el cierre de aeropuertos, restricción a la circulación de personas, aislamiento de algunas zonas geográficas y el cierre de centros escolares y comercios.

Lo que verdaderamente resultó afectado por la pandemia fue la interacción social entre las personas. En un mundo globalizado, caracterizado inicialmente por la eliminación de las barreras arancelarias para la libre circulación de mercancías, no sólo la esfera económica se transformó, sino que también lo hicieron la cultura, la política y, en general, la vida social. Impulsada por el desarrollo científico-tecnológico, Mittelman (2002) afirma que lo distintivo de la globalización es la conectividad. Por ello es por lo que en este mundo globalizado amplios sectores de la población estaban más o menos habituados a conectarse con otras personas que se encontraban en cualquier lugar y podían hacerlo en cualquier momento. De igual manera, el uso de internet y de algunas plataformas para la conectividad eran más o menos utilizadas. Pero la gente concebía este tipo de conectividad, es decir, de interacción virtual con otras personas, como un auxiliar, como un complemento de las verdaderas interacciones sociales (Morales y Ortiz, 2016). Pero la pandemia provocó que con el aislamiento social las únicas fuentes de interacción que las personas tenían con su círculo de compañeros de trabajo, con su círculo de amigos y con familiares que no habitan la misma casa, fueran ya no las sociales sino las virtuales, y ello generó una serie de problemáticas y alteraciones en la subjetividad de las personas, es decir, en sus cogniciones y emociones, así como  en su comportamiento, por el hecho de que en gran medida el contacto humano se diluyó o se canceló.

 

La interacción social en tiempos de la postpandemia

Lo más característico del ser humano, que además expresa su carácter social, es el contacto cara a cara que establece con sus congéneres, es decir, la interacción social. En otro lugar (Rocha, 2022, pp. 104-105), he definido el concepto:

 

La interacción social se define como un encuentro entre dos o más personas y este hecho define por tanto una acción, que puede ser o no recíproca, entre dichas personas. Pero en rigor no se trata de encuentros casuales. Una interacción es una relación social entre las personas, pero se trata de una relación en la que las acciones de unos suceden a las acciones de otros o en el que las acciones de unos ocurren de manera simultánea a las de otros. La interacción entre las personas es un relación social porque produce efectos en la subjetividad y el comportamiento de las personas, y porque ello impacta el entorno en el que se desenvuelven. En tanto que la sociedad somos las personas que la integramos (así como todo lo construido cultural e institucionalmente y que se configura en un cierto orden), lo que impera en la vida de las personas en sociedad es la interacción. Los contenidos, objetivos, sentidos, niveles y formas de dichas acciones recíprocas están determinados por varios factores, como el contexto, las instituciones, las organizaciones, el objeto mismo de la acción y hasta cuestiones personales de los actores. Ubicando estos factores es entonces como se pueden dilucidar las acciones recíprocas, así como sus consecuencias ulteriores en varios niveles, como el personal, el interpersonal y el que atañe a la propia sociedad o comunidad.

 

La interacción social es la unidad básica del proceso social y en su despliegue adquiere un carácter multidimensional que le permite asumir diversas formas de modo tal que las personas conforman una red de interacciones. Dichas formas pueden ser, en una categorización muy general, de cooperación o de conflicto. Así, las personas establecen relaciones de amistad, de amor, de trabajo y las realiza con los amigos, la pareja, los compañeros, pero también las personas pueden establecer relaciones de competencia que pueden derivar en relaciones de conflicto. Una forma particular de la interacción social es la interdependencia, que significa que las decisiones y comportamientos de una persona dependen de las decisiones y comportamientos de otra persona cuando ambas interactúan. Aquí se observa la influencia social a la que todo individuo está expuesto y que en realidad es el fundamento de su constitución como ser humano cuyo carácter es eminentemente social e histórico.

Por otro lado, es tal la importancia de la interacción social que algunos estudiosos de la psicología social, como Munné (1995), denominan a ésta como ciencia de la interacción humana. Aunque aquí cabe hacer la acotación de que en realidad lo que nos interesa como psicólogos no es la interacción en sí misma, sino los procesos y contenidos subjetivos de las personas (cogniciones y emociones) cuando interactúan, y que propiamente los psicólogos sociales denominamos procesos psicosociales porque precisamente son producto y productores de lo social. De este modo, los sociólogos pueden reclamar para sí como su unidad básica de análisis la interacción social (Turner, 1988; Domíngues, 2017), que es definida por el mismo Turner (1988, p. 13) “como una situación en la que los comportamientos de un actor son reorganizados conscientemente e influyen en los comportamientos de otro actor, y viceversa”.

La interacción social, que es lo que nos constituye día a día como seres sociales, simplemente fue diluida o cancelada de manera abrupta por la pandemia. Al principio fue la sorpresa y la intención de todos de conocer y tratar de adaptarse a la nueva situación. Algunos se quedaron en casa y no salieron, como los jóvenes, niños y adultos mayores; algunos otros tuvieron que salir para trabajar y otros para hacer las compras indispensables (incluso haciendo las compras en línea, había que salir por lo menos a la tienda de conveniencia de la esquina). Conforme pasó el tiempo, nos percatamos de la gravedad de la pandemia y sentimos la cercanía del virus y con ello el miedo por la posibilidad de la muerte propia o de algún ser querido. También experimentamos esa vivencia tan extraña provocada por la enfermedad o muerte de amigos y familiares y alimentada por creencias confusas y emociones alteradas sin que, además, pudiéramos acudir a sus sepelios a despedirlos. De particular relevancia, por el enorme peso del dolor, fue la terrible experiencia al ser testigos impotentes de quienes en casa enfermaron y fallecieron. Aquí la gente no podía asimilar lo sucedido como algo real y esto la condujo a una especie de duelo inconcluso porque no tienen manera de explicarse cómo y por qué sucedieron las cosas tal y como ocurrieron. El carácter vertiginoso y atípico de los acontecimientos propiciaron esta especie de duelo inconcluso, es decir, el contagio de una persona, la expresión de la enfermedad, su agravamiento, su hospitalización -que era además la hospitalización de muchas personas más de manera simultánea- y su muerte -junto con la de otras muchas personas en el mismo hospital, quizá conocidas- hicieron de esta situación algo inédito, que no tiene ningún parangón con la muerte “en condiciones normales”, además de la imposibilidad de darle sepultura de acuerdo a las creencias culturales y religiosas de la familia por las mismas restricciones sanitarias que imperaron.

En lo que sigue, analizamos las secuelas de la pandemia en los ámbitos y ejes ya mencionados.

 

El ámbito político

Es sin duda el ámbito más importante porque en éste las autoridades tomaron las decisiones de política sanitaria, de política económica, de política laboral y de política educativa que afectaron nuestras vidas. La gama de decisiones políticas que observamos en el mundo para hacer frente a la pandemia van desde la suspensión de garantías sociales y derechos individuales (como el confinamiento de la población, la restricciones a la movilidad y el aislamiento obligatorio para quienes resultaban positivos en las pruebas de detección del SARS-CoV-2) hasta las recomendaciones gubernamentales de ciertos protocolos que incluían el distanciamiento social y la realización de medidas de prevención (como el uso de mascarillas, desinfectantes, etc.), pero también la libertad de salir a la calle para buscar el sustento cotidiano para la familia.

En la pandemia, las instituciones de salud en todo el mundo resultaron rebasadas y los gobiernos tuvieron que actuar rápido para construir y ampliar centros hospitalarios para hacerle frente a la emergencia y brindar una mayor atención, particularmente a los enfermos graves por  el SARS-CoV-2. En muchos países esta prioridad propició la desatención de pacientes con enfermedades crónicas cuyos tratamientos y/o intervenciones quirúrgicas fueron pospuestos. En este contexto, los partidos de oposición aprovecharon esto para dirigir fuertes ataques a los gobiernos, particularmente a los de centro y a los de izquierda, en los que los señalaban de ineficientes, insensibles y, en el extremo, de asesinos y genocidas (como es el caso de los ataques de los partidos de derecha hacia el gobierno del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador). En realidad ningún gobierno en el mundo estaba preparado para enfrentar el caos. Sin embargo, es necesario señalar que, en el caso de los gobiernos de derecha, como los de Trump en Estados Unidos, y particularmente en el de Bolsonaro en Brasil, la gravedad de la pandemia simplemente fue negada, desestimada, y su actuación fue, por decir lo menos, negligente e irresponsable ante la catástrofe (Bahía et al., 2021). En lo que respecta a las vacunas, los gobiernos de países ricos fueron los primeros en obtenerlas, algunos otros se movilizaron para conseguirlas, haciendo incluso donaciones a aquellos países que no tenían los medios y los recursos para conseguirlas. La pandemia por sí misma no destituyó ningún gobierno, pero al final de la emergencia algunos gobiernos y actores políticos salieron fortalecidos y otros, debido a sus omisiones y negligencia, quedaron muy debilitados.

Por su puesto que la pandemia tuvo repercusiones políticas, pero es de llamar la atención que algunos autores buscan posibles secuelas postpandémicas en las condiciones de la democracia (de la Peña, 2021), sin embargo, como está documentado ampliamente en la literatura correspondiente, la democracia puede tener regresiones, erosiones o quiebres debido a factores políticos, institucionales, incluso económicos, pero hasta ahora no hay evidencia de que las democracias en cuanto tales resulten afectadas por alguna pandemia como factor causal. Al respecto, López-Leyva (2023, p. 68), en un análisis más objetivo, afirma que “si bien la tendencia de retroceso (de la democracia) es previa a la pandemia y es claro que no se ha detenido, no parece haberse profundizado a raíz de ella”. Resulta obvio que la pandemia afectó el desempeño de las instituciones políticas y económicas y que, en regímenes democráticos, dificultó al extremo la toma de decisiones por parte de los gobernantes para afrontar la emergencia sanitaria y que en algunos países las medidas adoptadas fueron más o menos eficientes y que ello está condicionando el desempeño de estas mismas instituciones en la postpandemia. De esta manera, para observar la relación entre pandemia y democracia, se deberían de establecer las mediaciones conceptuales pertinentes para observar empíricamente las posibles asociaciones entre efectos postpandémicos y su influencia en factores de tipo político institucional que, a la postre, modifican en un sentido u otro el funcionamiento cotidiano de las democracias. Sin dejar de considerar las respuestas de los gobiernos a la pandemia, así como el régimen político de que se trate en cada caso, quizá debiéramos de pensar la emergencia sanitaria como lo que en realidad fue: una situación excepcional en la que las respuestas de la mayoría de los gobiernos se dirigieron, como objetivo principal, a proteger las vidas de las personas.

Por otro parte, la dinámica de los procesos sociales estuvo signada por una extraordinaria incertidumbre que permeó las formas que asumieron las interacciones entre la población y las instituciones, particularmente las de salud, y por las interacciones entre las personas. Respecto de lo primero, lo que se observó fue una mezcla de desconfianza hacia las instituciones (no hacia el personal de salud) y de esperanza respecto de su capacidad para salvar la vida de gente. En cuanto a lo segundo, las interacciones entre las personas que solicitaban los servicios médicos estuvieron revestidas de ansiedad, angustia, depresión y temor, no obstante que también se observaron comportamientos solidarios y altruistas.

Respecto de los resultados del desempeño de las instituciones y de la dinámica de la vida social, lo que encontramos, considerando el número de muertos en el mundo y en cada país de acuerdo a sus estrategias de enfrentamiento a la pandemia, es el hecho de que debido a las políticas neoliberales de privatización de los servicios de salud, los sistemas sanitarios estaban reducidos al mínimo y tenían un estructura endeble dado el olvido presupuestal que se traducía en servicios médicos ineficientes. Así, los escasos e ineficientes servicios públicos de salud fueron evidenciados como una de las expresiones más dañinas de las políticas neoliberales. Incluso, para países como México, que tiene una población con graves problemas de salud, las epidemias de diabetes y obesidad y las enfermedades cardiovasculares y la hipertensión, entre otras, estaban fuertemente asociadas a los fallecimientos por el SARS-CoV-2 (Fernández, 2022), y el resultado fue un desolador exceso de la mortalidad.

 

El ámbito económico

La pandemia repercutió severamente en la economía global y en la de cada país, y las instituciones económicas se vieron afectadas profundamente provocando que éstas reaccionaran de manera lenta y errática ante un clima de inesperada incertidumbre. Al constreñirse los intercambios entre países, limitarse o cancelarse la movilidad de las personas y cerrase algunos centros de trabajo y centros comerciales, los ingresos tanto de los países como de las personas se vieron profundamente afectados, lo que condujo a una intensificación de las desigualdades internas y entre países (World Bank, 2022).  Así, los países y el mundo entero se sumieron en una crisis económica que se agravó por la invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022 y que provocó, a la postre, altísimas tasas de inflación. Ante este panorama de crisis financiera global, los gobiernos tuvieron que acudir a distintas estrategias para paliar los efectos de ello en la población. Algunos países han iniciado su recuperación económica, pero otros siguen estancados y con enormes deudas contraídas con los organismos financieros internacionales. En perspectiva, los países tardarán algunos años más para recuperarse de la crisis económica global y lograr el crecimiento económico que tenían antes de la pandemia.

En cuanto a los procesos sociales, lo más significativo de los estragos de la pandemia se observó en la vida laboral de las personas porque el trabajo es una suerte de enclave de la vida económica, política y social de una sociedad. En efecto, algunas personas insertadas en la economía formal se quedaron sin empleo y, por tanto, sin ingresos, porque sus centros de trabajo cerraron. Otros más vieron menguados sus ingresos porque tuvieron que realizar home office o teletrabajo. Y los que trabajan en la economía informal tuvieron que ir a buscar sus ingresos, que fueron también raquíticos porque no había gente en las calles, aun a costa del riesgo de contagiarse del virus. En esta situación, la población toda cayó en desanimo por la enorme incertidumbre respecto del fin de la pandemia, y las esperanzas para regresar a las actividades cotidianas se diluían porque parecía que la pandemia no tenía fin.

Las restricciones para la realización de los intercambios económicos entre países y la cancelación total o parcial de las actividades laborales de la población tuvieron enormes repercusiones en los ingresos de la gente, pero lo más grave se desprendió del hecho de no acudir a realizar el trabajo cotidiano. Para los seres humanos el trabajo configura en buena medida el sentido de sus vidas y al no tener oportunidad de desarrollarlo las personas se vieron atrapadas en una cotidianidad cuyo único sentido consistía en la protección de la propia vida y la de los seres queridos, poniendo entre paréntesis los proyectos, las metas y los objetivos que nos planteamos en el trabajo y en la vida social. Desde luego que muchos tuvimos que hacer trabajo desde casa pero, como ya lo mencionamos, la interacción virtual no sólo no sustituye la real y efectiva interacción social, sino que además tiene consecuencias en la vida toda de las personas. Con todo, para llevar a cabo el trabajo desde casa, son necesarias ciertas condiciones, que van desde el espacio del que se dispone, si éste ofrece privacidad, si el mobiliario es ergonómico, si hay distracciones hasta la capacidad económica para contar con dispositivos electrónicos y con servicios de internet y conectividad (Montaudon et al., 2021).

En cualquier caso, la pandemia transformó el mundo del trabajo y la vida laboral de los trabajadores. Los desafíos que enfrentamos ahora tienen que ver con la realización de un adecuado balance entre las actividades presenciales, las actividades virtuales, el empleo de la tecnología y las maneras de afrontar el estrés ante esta situación de mayor exigencia de las capacidades físicas, de las habilidades cognitivas y de una mayor y mejor regulación emocional. Como señala Long (2021, p. 131)

 

 

Al equilibrar las formas de interacción fuera de línea y en línea, existe la oportunidad de capitalizar el potencial de comunidades más localizadas y coherentes debido a la reducción de los viajes, el trabajo a domicilio y el enfoque local que idealmente continuarán después de que finalicen las restricciones.

 

El ámbito de la educación

Lo que ocurrió aquí fue verdaderamente alarmante porque involucró también a nuestros jóvenes y niños. Por supuesto que los adultos, autoridades educativas y profesores, también sufrieron los estragos de la pandemia y el trabajo a distancia fue para ellos una gran carga porque fue una situación de alta exigencia para la que no se estaba preparado. Pero los adultos, aún sin conocimientos médicos y epidemiológicos, tratamos de entender y algunos buscamos información de diversas fuentes. Con los jóvenes y niños la situación fue radicalmente distinta. Para ellos fue muy difícil entender la condición de emergencia y todas las medidas sanitarias que tuvimos que adoptar para protegerlos. De un día para otro dejaron de ir a sus escuelas y los encerramos en casa, y eso tuvo muchas consecuencias, las cuales estamos observando en la postpandemia.

La cuestión fundamental es que les quitamos las posibilidades de la interacción social que llevan a cabo con sus amigos y compañeros en la escuela. Los niños y jóvenes acuden a los centros escolares a aprender conocimientos y a adquirir habilidades psicosociales que les son útiles. Pero también acuden porque la escuela, para ellos, es fundamentalmente un espacio de producción y reproducción de su vida social. En ella realizan todo tipo de interacciones con sus compañeros y profesores, y la socialización que llevan a cabo es el proceso más importante y efectivo para su integración a la sociedad. Esto tiene enormes implicaciones para sus procesos y contenidos cognitivos y emocionales. En suma, la importancia de la vida cotidiana escolar, está dada porque se espera contribuir de manera importante en el desarrollo cognitivo y emocional de los niños y jóvenes y también porque se modela y amplía su repertorio conductual.

El confinamiento provocó en los niños y jóvenes incertidumbre, ansiedad, angustia, depresión y mucho temor. También padecieron de trastornos del sueño (Gualdrón, 2021) y de la alimentación. Sin embargo, todos ellos actuaron responsablemente observando estrictamente las medidas sanitarias. Incluso, como lo muestra una encuesta realizada a 101 niños de 13 países, los niños iniciaron o participaron, entre otras actividades, en acciones para detener la propagación del virus, movilizando a sus pares y apoyando las medidas sanitarias para disminuir el número de contagios (Cuevas-Parra y Stephano, 2020).  En función de su edad, se informaban y preguntaban acerca de la pandemia. Así, se planteaban escenarios, pero en ninguno de ellos cabía la posibilidad de regresar a la escuela para interactuar con los amigos y compañeros. Una vez que terminaron por aceptar que la pandemia estaría mucho tiempo con nosotros, su perspectiva cambió y tuvieron que aceptar la lejanía de sus compañeros. Trataron de ver el mundo a través de sus dispositivos electrónicos y lograron establecer contactos virtuales pero, como la afirmamos antes, eso no sustituye las verdaderas interacciones sociales. Incluso, dado que con la interacción social también se construyen las propias nociones acerca del espacio y el tiempo, estas nociones tuvieron que ser reorganizadas por los jóvenes durante el confinamiento (Castro et al., 2021).

En cuanto a sus clases a distancia, al ser la única opción que tenían, más o menos las sobrellevaron, pero hoy sabemos que éstas no alcanzaron los estándares de aprendizaje y estudio que los niños y jóvenes lograban antes de la pandemia (Lisboa et al., 2023). Sin embargo, para ellos lo fundamental no fue tanto el aprendizaje de conocimientos, sino la concreción de las múltiples posibilidades de sus interacciones con sus pares.

Cuando tuvieron mucho tiempo confinados y realizando sólo interacciones virtuales, el reclamo generalizado de los niños y jóvenes que escuchamos frecuentemente fue: “Ya quiero ir a la escuela, quiero ver a mis amigos, los extraño mucho, los quiero abrazar ya”. Esto condensa la problemática a la que se vieron sometidos. En la postpandemia, ello ha tenido secuelas serias que en términos de los procesos psicosociales de los niños y jóvenes expresan subjetividades y comportamientos alterados.

Su condición de vida en casa, que no su adaptación, estuvo influida por varios factores, mismos que van desde las condiciones económicas de la familia, la cultura e información de los padres hasta la comunicación e integración familiar.

 

El ámbito familiar y personal

La familia es el elemento central de la vida en sociedad. La familia es fundamental para el desarrollo psicosocial de sus integrantes, pero no es el único espacio que se ocupa. El ámbito familiar es alimentado, complementado y enriquecido por otros ámbitos como el educativo y el laboral. En efecto, los integrantes de la familia, en general, trabajan y/o estudian, y cuando se encuentran en casa suelen suscitarse momentos favorables, de apoyo, de empatía y de amor. Sin embargo, cuando se cancelan los otros espacios y todos los integrantes de la familia se encuentran todo el tiempo en casa durante periodos prolongados, como es el caso del confinamiento, las cosas pueden resultar problemáticas. Al respecto, Hyunji y Florak (2021), muestran los resultados de dos estudios realizados con poblaciones occidentales y, como conclusión general, reportan que una conexión social más fuerte y una interacción social frecuente bajo una crisis altamente incierta se relaciona con consecuencias negativas en la salud mental y el comportamiento, ya que en los inicios del confinamiento contribuyeron a disminuir el bienestar y la confianza general y a aumentar el estrés.

Las situaciones que se presentaron por la permanente interacción familiar incluyen desde la indolencia y apatía por las actividades cotidianas de la casa hasta la aparición o intensificación de la violencia doméstica. Muchos niños y jóvenes fueron testigos de la violencia entre sus padres y, en ocasiones, de la violencia de éstos hacia ellos mismos. Esto los perjudicó mucho en términos de sus cogniciones hacia sus padres y de la forma como van regulando sus emociones respecto de su propias vivencias. Los sentimientos que privaron en ellos debido a situaciones como estas fueron la impotencia, el resentimiento y un deseo muy fuerte de evitación o, en el extremo, de signos de agresividad psicológica o verbal hacia sus padres y hermanos (Guerrero, 2021; UNICEF, 2021).

Una situación alarmante es el suicidio adolescente. Se ha encontrado, en general, que el aumento de los suicidios, de los intentos autolíticos, y de las consultas psiquiátricas, son  resultado de las consecuencias negativas del confinamiento en la subjetividad de las personas, sumadas a las problemáticas psicológicas propias de la conducta suicida (Guil, 2023).

Ante estas problemáticas, lo más urgente por realizar tanto en los escenarios educativos como en el seno de la propia familia, es la promoción de interacciones sociales positivas a través de programas de intervención en todos los niveles “para mejorar el bienestar físico, mental y emocional de los estudiantes, mitigar los efectos negativos del cierre de escuelas y el aislamiento social, y ampliar el papel de las escuelas para atender a las necesidades integrales de los estudiantes y apoyar su crecimiento en la era posterior a COVID-19” (Ni y Jia, 2023).

 

A modo de corolario

Afortunadamente la crisis sanitaria se superó y la mayor parte de la población en el mundo ha sido vacunada y tiene varios refuerzos contra el SARS-CoV-2. También la mayor parte de la gente sigue observando algunas medidas sanitarias básicas. De este modo, y sabiendo que el virus es endémico, la gente ha encontrado tranquilidad y seguridad respecto de su vida y la de sus seres queridos. Pero lo que está ocurriendo en la subjetividad de las personas, sean adultos, niños o jóvenes, es una cuestión que debe ser estudiada y atendida. A las problemáticas propias de la vida social, se suman las problemáticas postpandémicas que están afectando los procesos psicosociales implicados en las interacciones sociales de las personas en tiempos de la postpandemia. De esta manera,  se han documentado (por ejemplo, Contini, et al., 2021; UNICEF, 2022), particularmente en los centros escolares, algunas situaciones y comportamientos como los siguientes: violencia física entre los mismos compañeros, que se inicia con cualquier pretexto; ciberbullying, en el que es frecuente que los niños y jóvenes suban a las redes fotografías con contenido sexual de algunos de sus compañeros; acoso de profesores hacia los jóvenes y hacia sus compañeras profesoras; violencia verbal de los jóvenes hacia los profesores; crisis de ansiedad; baja tolerancia a la frustración; angustia y pánico; y, en el extremo, alteraciones más graves que de hecho han conducido a algunos jóvenes al suicidio (por ejemplo, Jerónimo, 2021; Secretaría de Gobernación, 2021).

Ante esta situación, lo que representa un gran desafío para los educadores y psicólogos, y en general para todos, es retomar y crear situaciones que impliquen interacciones sociales positivas que promuevan la salud mental y que, además, favorezcan relaciones empáticas y cooperativas basadas en  valores como la fraternidad y la solidaridad, de modo que estemos preparados para afrontar los desastres y pandemias que serán más frecuentes en este mundo globalizado. Sólo de este modo podemos decir que aprendimos las lecciones de la pandemia.

 

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