Universidade
Federal de Santa Maria
Gutenberg
- Revista de Produção Editorial, Santa Maria, RS, Brasil, v. 1, n. 1, p. 9-25,
jan./jun., 2021
Submissão:
27/04/2021 • Publicação: 23/07/2021
Artigo
publicado sob licença CC BY-NC-SA 4.0
Artigo
“Eran estos libros no
como los nuestros”:
crónicas de un encuentro
bibliográfico entre dos mundos
“These
books were not like ours”: chronicles of a bibliographic encounter between two worlds
I Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Ciudad de México, México
mgarone@unam.mx
RESUMEN
El
presente artículo pretende precisar las
características de lo que se entendía
por “libro y escritura” durante los procesos culturales, políticos y sociales de la conquista de
América; esto visto a través de la
mirada extranjera que comparó
los usuarios, soportes, estructuras materiales y sistemas de notación
indígena con el alfabeto
latino y los libros europeos, lo que permitirá obtener un breve panorama del intercambio cultural.
Palabras clave: Conquista
de América; Crónicas; Bibliografía; Libros; Códices
ABSTRACT
This article tries to specify the characteristics of what was understood by "book and writing" during the cultural, political and social processes of the conquest of America; This seen through the foreign gaze that compared the users, supports, material structures and indigenous notation systems with the Latin alphabet and European books, which will allow us to obtain a brief overview of cultural exchange.
Keywords: Conquest
of America; Chronicles; Bibliography; Books;
Codices
PRESENTACIÓN
¿Qué es un libro? Es
una frase que admite numerosas respuestas, y sobre todo si se plantea en el eje
diacrónico cuando uno se propone mirar al pasado y llegar al presente, en otras
palabras, vale la pena señalar que lo que se ha entendido por libro no ha sido
una definición estable a través del tiempo y mucho menos en distintas culturas.
Si tomamos como base el horizonte cultural, político y social de la conquista
de América, el objeto libro y su definición activó diversas reflexiones que, a
la postre, determinaron tipos y variedades de objetuales materiales, modelos de
producción y organización laboral y transmisión textual de la cultura escrita,
así como diversas concepciones en torno del negocio tipográfico, mercado librario y la circulación de las ideas que tuvo una fuerte
incidencia en las autoimágenes de las comunidades americanas y también en la
forma que fueron estudiadas, conocidas y divulgadas esas sociedades por
comunidades no americanas.
Si bien para
varias de las culturas prehispánicas los binomios lengua-escritura e historia-libro
y las dobles articulaciones fueron ciertos, no lo fueron para todas las
naciones y pueblos originarios, pero más allá de que no todos los grupos
humanos americanos contaron con sistemas de registros visuales de la lengua, en
los casos en los que sí existieron registros, los cuestionamientos que se
activaron fueron de orden epistemológico: ¿son esos libros verdaderos?, por su
forma y su contenido ¿son realmente libros?, en una palabra se puso en crisis
el conjunto de criterios de validación y el estatuto de las escrituras y los
libros americanos. La “materialidad”, en todas sus dimensiones,
jugó un rol determinante en la compresión de los artefactos culturales de
América, todos los artefactos, especialmente aquellos que tenían atributos o
propiedades como “entidades portadoras de historias” — por
ejemplo, esculturas, pinturas, e inclusive libros — no estuvieron
excluidos de las valoraciones de los conquistadores. Así de los libros, mapas,
lienzos y pinturas locales se analizaron detenidamente los soportes, las
estructuras y los funcionamientos físicos y morfológico, el tipo de narrativas
que eran susceptibles de albergar, así como los sistemas de signos mismos, los
productores y lectores, y los espacios para su resguardo.
Las opiniones,
descripciones y valoraciones quedaron plasmadas en numerosos registros, para
aproximarnos a ellos haré un recuento cronológico de algunas de las citas más
relevantes, poniendo en primer lugar las que se refieren al ámbito americano,
de manera general, y luego las que se refieren específicamente a la Nueva
España. Aunque sea obvio señalarlo, puntualizo que la relación de obras que he
tomado en cuenta para este boceto panorámico no es exhaustiva, mas permite identificar con mucha nitidez algunas variables
y elementos constantes en las opiniones sobre lo que fue observado en torno al
mundo del libro prehispánico tras en contacto de dos mundos.
METODÓLOGÍA
2021 será recordado, entre varios hechos más,
por la conmemoración del quinto centenario de la caída de México-Tenochtilán, la antigua capital del imperio mexica, en
manos del imperio español. Ese hecho que encierra el epítome de un proceso de
conquista y destrucción es también el inicio de un proceso de encuentro,
aproximación y amalgama intercultural en el cual los libros y los sistemas de
escritura cumplieron un papel muy relevante. En tanto dispositivo gráficos y
artefactos tecnológicos, los libros pueden ser considerados como uno de los
rasgos de producción comunicativa que identifica a las sociedades que los
producen y consumen. La presencia y ausencia de libros y escrituras en un
pueblo fue, durante mucho tiempo, uno de los elementos que alentó distinciones
y clasificaciones de los grupos humanos, definiciones como “civilizados”
o “bárbaros” se sustentaron en gran medida por la existencia o
inexistencia de documentos escritos.
Por la fuerza
que ese rasgo cultural cobró en los procesos de conquista y dominio, es
comprensible la sorpresa que los conquistadores españoles experimentaron al identificar
entre los grupos mesoamericanos objetos materiales que compartían ciertas
características similares con lo que ellos definían y entendían por
“libros y escrituras”. Sin embargo, es justamente en el modo en los
libros americanos fueron mirados y descritos por los conquistadores que es
posible encontrar una algunas de las claves epistémicas para identificar qué se
entendió en el contexto de contacto por libro y escritura.
Considerando
lo anterior es importante ubicar el panorama en el que se inscribe este
trabajo: se parte de una pregunta absolutamente vigente y pertinente no solo
para quienes estudian el mundo del libro y la edición sino también para quienes
estudian los procesos de comunicación intercultural. Las referencias y crónicas
sobre los libros y escrituras prehispánicas son hoy uno de los elementos que
permiten reflexionar sobre las culturas y sus modelos comunicativos.
Las
coordenadas espacio temporales en que se inscribe este trabajo se sitúan entre
finales del siglo XV y el siglo XVI, es decir se desarrollan de modo paralelo a
la conquista de América y la caída de México-Tenochtilán
y se prolongan en el siglo XVI. Las fuentes de las que me valdré son un racimo
de referencias provenientes de manuscritos e impresos, crónicas en su inmensa mayoría,
que recogen las descripciones y opiniones de los que vinieron “allende el
mar”: conquistadores de los espacios terrenales y celestiales: militares
como frailes. El conjunto de referencias de esas “miradas europeas”
se usará como un “dispositivo especular”, es decir, aquellas
opiniones me permitirán identificar algunos de los ejes en los que se planteó
una fuerte discusión en la que los binomios lengua-escritura e historia-libro,
se daban por sentados.
Considerando
lo anterior, he seleccionado una serie de referencias provenientes en su
inmensa mayoría de crónicas, en las que existen descripciones y opiniones sobre
los libros americanos. Los autores de dichos textos fueron militares,
funcionarios reales y evangelizadores, encargados de la empresa de conquista o
que dieron cuenta de ella a pensar de no haber participado de manera directa.
Analizaremos de esas citas cómo se refirieron a los libros y sistemas de
registro con el objetivo final de poner en evidencia las claves de “lo
visto y no visto” en relación con esos artefactos prehispánicos.
DE LA DESCRIPCIÓN MATERIAL A LA COMPARACIÓN DE SISTEMAS DE ESCRITURA: LAS OPINIONES DE PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA
Quizá unos de los registros más tempranos e interesantes de la
descripción de rasgos culturales de los grupos indígenas de América fueron los
proporcionados por Pedro Mártir de Anglería que
pueden leerse en su obra Décadas de Orbe Novo o Décadas del Nuevo Mundo. La obra
escrita en latín por este autor italiano está conformada por ocho partes, y
cada una de las ellas abarca una década, y a la vez cada una está subdivida en
diez libros. La escribió entre 1494 y 1526, en 1511 se publicó en Sevilla la
primera década, cinco años después se publicó en Alcalá de Henares la versión
oficial de las tres primeras décadas, pero no fue sino hasta 1550, luego del
fallecimiento del autor, que se publicó la obra completa.
Aunque parezca una contradicción, Anglería
escribió de un lugar que nunca conoció ya que no llegó a pisar América, pero se
nutrió de los relatos y comentarios de los descubridores españoles a los que
tuvo fácil acceso por estar en las cortes de los Reyes Católicos, Juana la Loca
y Carlos V. Entre los personajes que conoció y de quienes tomó referencias para
escribir se encuentran Cristóbal Colón, Alonso de Ojeda, Américo Vespucio,
Fernando de Magallanes y Hernán Cortés.
Un dato relevante para entender la capacidad de Anglería
de interpretar referentes multiculturales y la forma de evaluar manifestaciones
escritas en otros sistemas distintos al latino es que formó parte de las
campañas que Íñigo López de Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla, emprendió en
Andalucía contra el reino nazarí, contexto bélico en el cual conoció a Colón.
Como contraprestación por los servicios militares que prestó en el sur de
España, y como miembro de la corte de los reyes católicos, participó en una
comitiva de mediación a Egipto, experiencia diplomática que le permitió
escribir el libro Legatio Babylonica, impreso por Jacobo Cromberger
en Sevilla en 1511. Tras la muerte de la reina Isabel, de quien llegó a ser
capellán, permaneció en la corte hasta convertirse en consejero de confianza de
Carlos, fue en ese contexto que Anglería comenzó a
tener nombramientos vinculados con América: cronista real y obispo de Jamaica. Anglería fue cronista de Indias desde 1520 y participó en
el Consejo de Indias entre 1520 y 1526 es decir que le tocó vivir el momento de
la caída de la capital de imperio mexica a manos españolas, pero además realizó
tareas diplomáticas para la corte de los reyes católicos en Egipto.
Los trabajos militares y diplomáticos ante
culturas con sistemas de registro escrito distintos al alfabeto latino
posiblemente tuvieron alguna influencia en el modo de ver y describir que usó
al referirse a las escrituras y documentos americanos. Justamente entre
los elementos a los que de Anglería dedicó especial
atención no solamente estuvo el papel, del cual explicaba el procedimiento para
su elaboración y el funcionamiento de los libros prehispánicos, sino también
las “letras” de los indígenas y el contenido de los documentos,
como veremos a continuación:
“llevamos dicho que esta gente posee libros, y trajeron muchos, junto con los demás
dones, estos nuevos colonos de Coluacán y los procuradores y mensajeros. En lo que ellos
escriben son unas hojas de cierta delgada corteza interior de los árboles […]. Cuando están blandas, les dan la
forma que quieren y la extienden a su arbitrio, y luego de endurecida la embetunan, se supone que con yeso […]. Es de creer que
[…] De tablillas de higuera se hacen los libros que los administradores de las casas
grandes llevan consigo por los
mercados, y con un punzón de metal apuntan lo que compran para borrarlo cuando ya no lo han
trasladado a sus cuadernos de cuentas.
No solamente encuadernan los libros, sino que también extienden a lo largo esa materia hasta muchos codos, y la reducen a partes cuadradas, no sueltas, sino tan unidas con un betún resistente y tan flexible, que, en comparación de las tablas de madera, parece que han salido de manos de hábil encuadernador. Por dónde quiera que se mire el libro abierto, se presentan dos caras
escritas; aparecen dos páginas,
y se ocultan bajo ellas otras dos como no se extienda a lo largo, pues debajo de un folio hay otros muchos
folios unidos.
Los caracteres son muy diferentes de los nuestros; dados, ganchos, lazos,
tiras y estrellas y otras
figuras, escritas en línea como lo
hacemos nosotros; se parecen mucho a las formas egipcias (de escribir). Entre líneas hay trazadas figuras de hombres y animales, principalmente de los reyes y magnates, por lo cual es de creer que están allí escritos los hechos de los
antepasados de cada rey,
como vemos que se hace en nuestro tiempo, que muchas veces en
las historias generales y en los códices fabulosos los impresores intercalan las figuras de los que hicieron lo que allí se cuenta, para estimular a los que quieran comprarlos.
También las tablas de arriba (las cubiertas) las arreglan agradablemente
de madera: cerrados esos libros, parece que no son
diferentes de los nuestros.
También se cree que escriben en sus libros las leyes,
los sacrificios, ceremonias, ritos, anotaciones
astronómicas y ciertos cómputos,
y los modos y tiempos de sembrar. (1530, p. 335-336).
INVALIDEZ DE LA ESCRITURA DEL OTRO: EL JUICIO DE GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO VALDÉS
La segunda cita que incluyo en este recuento es de Gonzalo Fernández de
Oviedo Valdés, un militar nombrado por el emperador Carlos V como primer
cronista de las Indias, ocupó además el cargo de gobernador de Santo Domingo y
La Española. Se había criado en el entorno humanístico y erudito de un familiar
cercano del rey Fernando el Católico, hecho que le permitió tomar contacto, por
ejemplo, con los hijos de Colón y más tarde visitar y tener vinculación con los
círculos ducales de Milán, Roma y Nápoles. De regreso a España, se reintegró a
la corte de Fernando y ejerció labores notariales tanto en el ámbito público
como inquisitorial. En la década de 1510 hizo un primer viaje a América, y
luego de una segunda estancia en el nuevo mundo, publicó el Sumario de la
natural historia de las Indias (1526), que precedió a su famosa Historia
general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. La
primera parte de esa obra se imprimió en 1535 y la segunda en Valladolid, pero
quedó interrumpida por la muerte del autor en 1557. La obra solo vio la luz en
forma completa en el siglo XIX.
Justamente en su historia indiana, Fernández
de Oviedo señalaba que los indígenas:
“Tenían libros de pergamino,
que hacían de los cueros de venado… y en aquestos
tenían pintados sus caracteres e figuras de tinta roja
y negra de tal manera que aunque no eran lecturas ni escritura significaban e
se entendían por ellas todo lo que querían muy claramente…”. (https://www.mexicodesconocido.com.mx/codices-prehispanicos-mexico.html)
Si bien la cita es muy breve por los elementos materiales, cromáticos y
la consideración de los signos, nos hace pensar que su capacitación en tareas
de notario cobró especial relevancia para la síntesis y elocuencia de su
descripción.
IMÁGENES QUE NO SON LETRAS VERDADERAS: LAS IDEAS DE JOSÉ DE ACOSTA
Entre los autores que analizaremos, el que hace el planteamiento más
detallado de la diferencia entre las letras “verdaderas” y los
signos de los indígenas de América es el jesuita José de Acosta. Oriundo de una familia
burguesa de Medina del Campo, Acosta y la mayoría de sus hermanos siguieron una vida
religiosa en la orden jesuita. Su formación intelectual en filosofía, teología
y ciencias naturales posibilitaron que pronto ejerciera
labores docentes en diversos destinos, y eso mismo los
impulsó a solicitar un permiso para pasar a América. Llegó primero a la Isla La Española y en 1571 se trasladó a Perú, donde llegó a ocupar el cargo de provincial de la orden ese país. Durante su estancia en
ese país acompañó al virrey Francisco de Toledo en sus
largos periplos por el territorio. Parte de sus tareas
se encaminaron a la fundación de colegios de la Compañía en
diversas zonas del virreinato
del Perú, y también ocupó la
cátedra de teología en la Universidad de San Marcos en Lima. En 1576 fue designado provincial de la Compañía de Jesús, la carrera administrativa dentro
de la compañía lo puso en
una posición singular y le permitió llevar a cabo una destacada labor en el III Concilio Católico Limense. Fue en
ese contexto conciliar que, entre otras
cosas, se discutieron las estrategias y medios para una
labor evangélica más efectiva de los
grupos indígenas del Perú,
y varias de las consignas
emanadas de esa reunión estuvieron encaminadas a la escritura y producción de
catecismos en quechua y aymara, tarea en
la que Acosta tuvo una participación directa. Acosta escribió varios libros sobre tema americano y la Historia Natural y Moral de las Indias, es quizá uno de los más conocidos. Es justamente en esa obra en
la que el jesuita asegura que:
las letras se inventaron para
referir y significar inmediatamente las palabras que pronunciamos, así las
mismas palabras y vocablos, según el filósofo [Aristóteles], son señales
inmediatamente de los conceptos y pensamientos del hombre. Y lo uno y lo otro
(digo las letras y las voces), se ordenaron para dar a entender las cosas: las
voces a los presentes; las letras a los ausentes y futuro. Las señales que no
se ordenan de próximo a significar palabras sino cosas, no se llaman ni son en
realidad de verdad letras, aunque estén escritas, así como una imagen del sol
pintada no se puede decir que es escritura o letras del sol sino pintura.
[…] Estas tales señales no se dicen ni son propiamente letras ni
escritura, sino cifras o memoriales. […] ninguna nación de indios que se
ha descubierto en nuestros tiempos, usa de letras ni
escritura, sino de las otras dos maneras, que son imágenes o figuras, y
entiendo esto no sólo de los indios del Pirú (sic) y de la Nueva España, sino
también de los japones y chinas. (1590).
Esta referencia sudamericana se vincula también con menciones que hemos
encontrado en los preliminares de los libros novohispanos, en los que algunos
autores hacen continua mención a la dispersión de las setenta lenguas ocurrida
tras el colapso de la torre de Babel, argumento que en general emplean para
explicarse a sí mismos y comprender la magnitud de la diversidad lingüística
americana. En algunos casos extremos ese argumento intenta establecer la
relación parental de las lenguas del Nuevo Mundo con algunas de las del viejo
mundo, sin embargo, algunos, como el propio Acosta, religiosos desestiman esas
explicaciones filogenéticas.
Las valoraciones sobre las lenguas indígenas americanas se dieron de
forma paralela a la discusión acerca de las lenguas vernáculas europeas, y en
estas discusiones España desempeñó un papel importante por ser allí donde se
publicó en 1492 la primera gramática contemporánea del castellano. Con este
hecho se inicia el proceso de igualación de las lenguas vernáculas al latín y
el griego, proceso que se verá reforzado en el Concilio de Trento con las
normativas tocantes a la producción de catecismos en las lenguas comunes. Muy
pronto se comenzarían a desarrollar gramáticas y vocabularios de las lenguas
indígenas americanas, inclusive en algunos casos mucho antes que las gramáticas
para la mayoría de las lenguas europeas modernas. Sin embargo, las opiniones
favorables sobre las lenguas indígenas no se mantuvieron constantes durante el
periodo colonial, y estuvieron en consonancia con los prejuicios y estigmas con
que se trataba a los propios indígenas.
Parte de estos prejuicios sobre la lengua y cultura indígenas se
alimentaban por la falsa opinión de que los pueblos americanos carecían
completamente de sistemas de registros escritos. Asimismo, y en los casos en
que existían los registros y libros (los códices), se cuestionaba la naturaleza
de los mismos como portadores y contenedores de
información.
LOS USOS DE LOS LIBROS EN LA OPINIÓN
DE FRAY DIEGO DE LANDA
El cuarto autor que dejó testimonio de su sorpresa y fascinación por
los libros prehispánicos fue el franciscano Diego de Landa. De Landa nació en
Guadalajara, España, donde tomó los hábitos seráficos, y más tarde formó parte
del grupo liderado por fray Nicolás de Albalete para
misionar en la Provincia franciscana de Yucatán desde finales de la década de
1540. Al parecer su facilidad para aprender el idioma maya, le permitió contar
con el permiso de sus superiores para predicar en amplias extensiones de esa
península y fundar pueblos para congregar a los nativos. Tuvo varios cargos
religiosos en el capítulo de la Orden en esa región y en el ejercicio de sus
labores llegó a tener confrontaciones con los grupos de civiles españoles y
también con el clero secular.
Las tensiones que tuvo que enfrentar de Landa se dieron en la década de
1560, casi al mismo tiempo que las provincias de Yucatán y Tabasco se
adscribían administrativa y civilmente hablando a la Audiencia de México y
durante el periodo en que se generó primero la integración de las provincias
franciscanas de Yucatán y Guatemala y más tarde la separación definitiva en dos
provincias distintas: la de San José y la del Santísimo Nombre de Jesús. En el
contexto de erección y consolidación de la provincia religiosa de Yucatán tuvo
lugar en 1562 la localización de evidencias de rituales indígenas en Maní, los
hechos fueron denunciados ante las autoridades civiles y religiosas españolas,
y a partir de ellas de Landa tomó especial acción. Es a partir del auto de fe
de Maní realizado en la península de Yucatán, el 12 de julio de 1562, Landa
destruyó innumerables códices mayas, hecho por el que es recordado como el
mayor pirómano de documentos prehispánicos. A diferencia de la imagen y los
testimonios que se tienen de sus compañeros de orden, él llevó a cabo procesos
confesionales y de extirpación de idolatrías especialmente violentos en los
cuáles se practicó además la recolección y quema de pinturas y códices. El
radicalismo de sus acciones le valieron ser relevado del cargo por parte de
Francisco de Toral, su superior, quien lo hizo regresar a Europa. No fue sino
hasta la muerte de aquél que pudo regresar a la península de Yucatán de la cual
llegó a ser segundo Obispo entre 1572 a 1579.
Su fanatismo no le impidió expresar la fascinación y curiosidad que
sentía por los objetos prehispánicos, que se hacen evidentes en las opiniones
sobre la enseñanza de la escritura de los libros de rituales, adivinanzas y
calendarios. Sobre este punto, explica Landa en Relación de las cosas de Yucatán:
los de Yucatán fueron tan curiosos
en las cosas de la religión, en las cosas del gobierno y que tenían un gran sacerdote
que llamaron Ah Kin May [...] que proveían de
sacerdotes a los pueblos cuando faltaban, examinándolos en sus ciencias y
ceremonias […] y proveían de sus libros; (además) atendían al servicio de
los tempos y a enseñar sus ciencias y escribir libros de ellas. Que enseñaban a
los hijos de los otros sacerdotes y a los hijos segundos de los señores que les llevaban para esto desde niños […]. Que las
ciencias que enseñaban eran la cuenta de los años, meses y días, las fiestas y
ceremonias, […], sus maneras de adivinar, remedios para los males, las
antigüedades, leer y escribir con sus letras y caracteres en los cuales
escribían con figuras que representaban las escrituras. Que escribían sus
libros en una hoja larga doblada, con pliegues que se venia
a cerrar toda entre dos tablas que hacían muy galanas, y que escribían de una
parte y de otra a columnas, según eran los pliegues; y que este papel lo hacían
de las raíces de un árbol y que le daban un lustre blanco en que se podía
escribir bien, y que algunos señores principales sabían de estas ciencias por
curiosidad, y que por esto eran más estimados aunque
no las usaban en público”. “[A los] Muertos, [...] enterrábanlos dentro de sus casas o a las espaldas de
ellas, echándoles en la sepultura algunos de sus ídolos; y si era sacerdote,
algunos de sus libros. (1566).
LETRAS COMO FIGURAS: LAS RECREACIONES DE FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA
A continuación, vamos a referirnos a un par de cronistas de la
conquista, Francisco López de Gómara y Bernal Díaz del Castillo, ya que en
cierta medida en sus obras hay un diálogo o dicho de
otro modo, desmentidos o puntos de vistas complementarios sobre ciertos hechos
y datos. Sin embargo, a diferencia del segundo, quien participó en tres
expediciones militares al nuevo mundo, López de Gómara nunca pisó América.
López nació hacia 1511, se formó en Soria y, ya ordenado sacerdote, se
trasladó a Roma donde conoció a Hernán Cortés. Fue por ese encuentro que llegó
a ser secretario y capellán del militar, cercanía que, junto con su formación
humanística, lo impulsó a escribir la Historia de la conquista de México,
que pronto se convirtió en una obra numerosas veces editada. Al igual que lo
vimos en Ascosta, López será uno de los autores que
dirá que los sistemas de notación indígena no cuentan con un estatuto
equivalente al del alfabeto latino, esas opiniones se pueden leer en el
siguiente fragmento de La conquista de México:
No se han hallado letras hasta hoy
en día en las Indias, que no es pequeña consideración; solamente hay en Nueva
España una especie de figuras que sirven de letras, con las cuales anotan y
entienden toda cosa cualquiera y conservan el recuerdo y antigüedades. Se
asemejan mucho a los jeroglíficos de Egipto, mas no encubren tanto el sentido,
según he oído; aunque ni debe ni puede ser menos. Estas figuras que usan los
mexicanos como letras son grandes; y así ocupan mucho. Las tallan en piedra y
madera; las pintan en paredes, y en papel que hacen de algodón y hojas de
amate. Los libros son grandes cogidos como pieza de paño, y escritos por ambos
lados; los hay también arrollados como piezas de jerga. No pronuncian la b, g,
r, s, y así emplean mucho la p, c, l, x; esto es la lengua mexicana y náhuatl,
que es la mejor, más copiosa y más extendida que hay
en la Nueva España y que emplean las figuras. (1552).
Al igual que de Anglería, López de Gómara
compara las producciones americanas con las egipcias, pero reconoce que son más
“transparentes” en su sentido, asimismo distingue el tamaño de los
signos, comparando este atributo visual del sistema con el alfabeto latino;
finalmente habla de los soportes de escritura y de la fonología de la lengua
náhuatl.
TIPOLOGÍA DOCUMENTAL: LO QUE CUENTA BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO
Bernal Díaz del Castillo inició sus
travesías militares en América con apenas 20 años, primero en Cuba, y más tarde
participando en expediciones a Yucatán, Veracruz, México-Tenochtitlán, junto a
Cortés, y finalmente Guatemala y Honduras. Para obtener la retribución por los
servicios militares prestados a la Corona, realizó varios viajes de gestión a
España, entre las décadas de 1540 y 1550, periodo en el cual fue dando forma al
manuscrito en el que narraría los hechos de la conquista mexicana. Los
estudiosos de Díaz del Castillo coinciden en que 1568 fue la fecha de la
conclusión de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, una
copia llegó a España en 1575, y sirvió de base a la primera edición impresa de
la obra que fue publicada póstumamente en 1632. Lo cierto es que sobre la
persona y participación de Bernal en las campañas de América hay no pocas
dudas, ya que no se lo menciona ni figuran en algunos documentos importantes de
la época, por ejemplo las cartas de Cortés. Sin
embargo, la obra de Bernal existe y se publicó; es justo en el contexto de las
travesías militares para la conquista capital mexicana que, al hablar de la
avanzada que había hecho el conquistador Pedro de Alvarado, Bernal refiere lo
siguiente: “[…] Y hallamos las casas de ídolos y sacrificaderos
[…], y plumas de papagayos y muchos libros de su papel cogidos a
dobleces, como a manera de paños de corte. […].” (1632).
Cuando pasa a describir la persona de Montezuma dice:
[…] Acuérdome
que era en aquel tiempo su mayordomo mayor un gran cacique, […], y tenía
cuenta de todas las rentas que le traían al Montezuma con sus libros, hechos de
su papel, que se dice amal, y tenía destos libros una gran casa dellos.
(BERNAL, 1632).
Y sigue más adelante:
[…] En los libros de la renta
de Montezuma mirábamos de dónde le traían los tributos del oro y dónde había
minas y cacao y ropa de mantas, y de aquellas partes que veíamos en los libros
y las cuentas que en ellos tenía Montezuma, que se lo traían, queríamos ir,
[…] (BERNAL, 1632).
ESCRITURAS CONFUSAS: LAS CONSIDERACIONES DE FRANCISCO CERVANTES DE SALAZAR
Francisco Cervantes de Salazar es el último
autor del que traeré citas para este trabajo. Toledano de nacimiento, pasó por
la Universidad de Salamanca sin alcanzar título, más tarde ocupó algunos cargos
en la Cancillería de Valladolid y el Consejo de Castilla. Sus trayectorias
académicas en España son muy nebulosas, al decir de los estudiosos que se
ocuparon de su figura como por ejemplo Agustín Millares Carlo. Arribó en la
década de 1550 a Nueva España, se vinculó con la Real y Pontificia Universidad
de México donde fue lector y, asimismo alcanzó el rango de dean
de la Catedral de la Ciudad de México.
En el capítulo XIX
del libro III de la Crónica de la Nueva España, Cervantes habla de un
regalo que recibió Cortés, y comenta sobre el papel de los códices mexicas:
“Inviáronse
con estas cosas algunos libros, cuyas letras eran como las que dice Artimidoro, giroglificas, de las
cuales al principio usaron los egipcios. Eran figuras de hombres, de animales,
árboles, hierbas, las cuales, pintadas, declaraban, como nosotros por nuestras
letras, los conceptos de los que escrebían, aunque
confusamente; eran estos libros, no como los nuestros, sino como rollos de
papel engrudado, que descogidos daban a entender lo que contenían. Era este
papel hecho de ciertas hojas de árboles; parece papel de estraza, aunque más
liso y blanco”. (CERVANTES).
A MANERA DE CONCLUSIONES
Como hemos podido leer a través de las citas
presentadas, los cronistas describieron varios aspectos de la cultura escrita,
a saber: 1) estructuras, 2) soportes, 3) sistema de escritura, 4) géneros
editoriales, 5) usuarios y 6) espacio de resguardo.
Cuadro 1 – Relación de fuentes documentales analizadas y aspectos de la cultura escrita y libraria descritas en ellas
Cargo |
Autor |
Obra |
Manuscrito |
Edición impresa |
Estructura |
Suporte |
Sistema de escritura |
Género escrito |
Usuario |
Espacio de reguardo |
Eclesiástico y miembro del Consejo de Indias |
Pedro Mártir de Anglería |
Décadas de Orbe Novo o Décadas del Nuevo Mundo |
1494 y 1526 |
1511 (primera década) 1550 obra completa |
x |
x |
x |
x |
|
|
Militar y primer cronista |
Gonzalo Fernández de Oviedo Valdés |
Historia general y natural de las Indias, islas y
tierra firme del mar océano |
1566 |
1535 (1ra. P.) |
|
x |
x |
|
|
|
1557 (2da. P.) |
||||||||||
Religioso |
José de Acosta |
Historia Natural y Moral de las Indias |
|
1590 |
|
|
x |
|
|
|
Religioso |
Diego de Landa |
Relación de las cosas de Yucatán |
1566 |
|
x |
x |
x |
x |
x |
|
Cronista y religioso |
Francisco López de Gómara |
La conquista de México |
|
1552 |
x |
x |
x |
x |
|
|
Militar |
Bernal Díaz del Castillo |
Historia verdadera de la conquista de la Nueva
España |
1568 |
1632 |
x |
|
|
x |
|
x |
Cronista y religioso |
Francisco Cervantes de Salazar |
Crónica de la Nueva España |
(1557-1566…) |
|
x |
x |
x |
|
|
|
Fuente: Elaboración propia (2021).
Por volumen de menciones en las citas, los elementos que más llamaron
la atención de los cronistas fueron: los sistemas de escritura, estructura y
soportes librarios, es decir los internos de los
libros, y en segundo lugar los tipos documentales o géneros escritos, usuarios
y espacios de resguardo, es decir los relativos al significado, modalidades de
uso y consumo. Asimismo, de Landa, Anglería y López
de Gómora parecen haber sido los más prolíficos.
Sobre las estructuras se
señalaron la gran longitud que alcanzaban algunos códices, que la forma en que
esos documentos eran guardados eran en dobleces cuadrados, y que algunas veces
se encuadernaban con tapas de madera, aunque también había códices con forma de
rollos; que las hojas estaban unidas en sí con un betún, que se escribían en
ambas caras y que los escribas organizaban la información en columnas y que las
páginas se presentaban en bifolios. Respecto de los soportes la mayoría de los
registros coinciden en que el papel se hacía una higuera, algunos señalaban la
corteza interior de los árboles, otros las hojas y otros las raíces. Varios
refieren que el papel de se parecía al de estraza, aunque más liso y encalado
con blanco. Además del amate se usaron cueros de venado, y papel que hacen de algodón.
La descripción del sistema de
escritura indica que los caracteres eran de mayor tamaño que las letras
usuales en el alfabeto, que parecían dados, ganchos, lazos, tiras y estrellas y
otras figuras, escritas de manera lineal, parecidas a las formas egipcias. Los
observadores reconocían que los libros eran de ciertos géneros, en ellos se registraban historias, leyes,
ceremonias, rituales, el cómputo de tiempo y la astronomía, historia de
gobernantes, cuentas y administración.
Los usuarios mencionados
son los sacerdotes y sus hijos, algunos gobernantes y sus hijos, y aunque no
serían propiamente usuarios, se señaló también que los libros formaron parte
del ajuar funerario de los sacerdotes. Y justamente en relación los usuarios y
los géneros, los espacios de resguardo tienen
cierta correspondencia: era los templos, y en una especie de
“notaría”, es decir un lugar donde se concentraba el registro de
los tributos.
Para finalizar es necesario decir que trabajos futuros podrán
incrementar el tipo y variedad de referencias y obras de los cronistas que
hubieran dado opiniones o elaborado descripciones sobre los códices y las
escrituras prehispánicas. Asimismo, se podrá profundizar en los registros
indígenas en busca de pareceres sobre los libros de los europeos y el sistema
de escritura con base en el alfabeto latino al que fueron paulatinamente
enseñados a escribir y en el que se tradujeron sus idiomas escritos, de ese
modo se tendría un panorama dialógico sobre las opiniones interculturales de cómo
se vieron y entendieron los libros en el contexto de conquista, dominación y
también de resistencia.
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